9 de marzo de 2009

- Los dos se dirigían en el auto hacia un destino incierto. Él dijo - (Me echo un cable la lluvia, yo andaba con paraguas y ella no) - ¿A donde vamos rubia? -A donde tú me lleves, contestó.
Ella confiaba en él. No hacía mucho tiempo que se conocían, su pasado no era precisamente lo que le inspiraba confianza, sino sus ojos, su boca y su piel.
Nunca le habían intentado leer los pensamientos, a nadie le interesaba lo que ella pensaba. Nadie la había besado con tanta intensidad, que sentía que ambas bocas se fundían en una sola. Nadie le había mirado con tanto detenimiento las manos... ¡Las manos!
Era algo extraño ese ser que hacía poco menos de un mes que conocía y le parecía que lo conocía de otras vidas... ¿Será que todos esos detalles se los encontraba sólo ella porque se estaba enamorando?
Le llamaba la atención el no poderle decir te quiero (aunque lo sentía), porque las palabras no eran necesarias en esa relación. Ambos tenían una mirada tan fuerte que leían y decifraban todo lo que sentía y pensaba el otro. Él sabía que ella lo quería, y ella sabía que él también.
La futurología que hacia él era algo que le fascinaba. Sus cuerdas vocales modulaban un "cuando vengas a mi casa", "cuando nos vayamos de vacaciones" y ella no podía aguantar el mostrarle una sonrisa amplia, y feliz. Y era elocuente, porque muchos hombres le prometieron bajarle la luna y entregarsela en sus manos, pero sin embargo, él... le inspiraba confianza.
No tenía miedo de la diferencia de edad, en cuestiones del amor era mas madura que otras personas de su edad, más allá de su poder de pasarsela todo el día pensando la mejor respuesta que le daría a él.
Lo único que le inspiraba temor era que él tenga el mismo poder que ella, y que le dijera todo lo que ella en ese momento quería escuchar. Pero la gran diferencia era que ella pensaba todo lo que le iba a decir porque le importaba, porque le gustaba, porque lo quería y tal vez él lo hacía con otras intenciones...
Ella había dejado igualmente de lado su parte insegura de lado, y estaba dispuesta a confiar en todo lo que él le decia, y si alguna vez sufría, no iba a ser ni la primera ni la ultima vez que sucediera, pero sí, el haber estado con él y quererlo con toda su piel.
Pararon en un bar, entraron y escucharon de fondo "lo que yo quiero corazón cobarde es que mueras por mí, y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren" y ambos se miraron y sonrieron.
Se sentaron, y comenzaron a beber, mirando el show y abrazados los dos. Un vaso más, un vaso menos... ya el alcohol les había quitado las restricciones. Se miraron y no dudaron en darse el más lindo y fuerte de los besos. Se pararon y comenzaron a bailar solos. Nadie los miraba, sin embargo todos los comenzaron a copiar. Él la agarro y se la subio encima al mejor estilo "Allie y Noah en Diario de una Pasión" y se fueron del bar.
Si alguien los hubiese mirado, hubiese visto dos cuerpos tomados de la mano zigzagueando por la vereda. Mientras ellos se reían a las carcajadas, felices, no sabiendo el porqué, decidieron sentarse en el cordón de la calle, como dos almas solitarias, pero para ese entonces, ya eran una sola.
Se contaron todo lo que no se habían animado a contar... las preguntas prohibidas brotaban de la boca, y las respuestas concisas eran fantásticas.
Ella cerró los ojos, los abrió y estaba en la puerta de su casa. Él la miraba fijamente y ella no pudo contenterse en preguntar ¿qué paso? Y él le respondió... -nada de lo que vos no hayas querido que pasara.
Sonrió, lo besó, y entró a su casa.

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